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El infierno de los gringos








Por stephanía bonilla

Para todos es una realidad que mi familia no es de una buena economía, qué no tenemos el mejor carro ni vestimos con las mejores telas, tampoco comemos a la orilla de un río en asientos de cristal y mucho menos botamos plata por la ventana. Mi papá no es médico ni arquitecto, tampoco ingeniero o psicólogo, mi mamá no tiene un doctorado en educación ni tiene un puesto en el Alfonso Bonilla Aragón. Sí, hasta ahora parece el infierno existente más execrable que podría imaginar, pero mirá que no, aunque no lo crea, la mayoría de la gente de mi ciudad vive en la misma situación, no aguantamos hambre ni nos arrastramos por las calles pidiendo limosna. En nuestras calles se escucha las letras de la salsa que particularmente adorna los oídos de los Caleños, por allá en las canchas panamericanas podés celebrar con un cholado el calor de la Cali bella. Marchas, audiencias, acuerdos y conferencias se viven a diario en esta ciudad, centro turístico ha de ser Jova, la Loma de la Cruz, San Antonio, San Cayetano, Boulevard del río, entre otras bellezas geográficas. Ahora hablemos de la preciosa gente que deambula por las calles de esta bella ciudad, ¿qué tal si empezamos por lo más bello que tenemos en Cali y en cualquier lugar del planeta? Las mujeres caleñas se caracterizan por sus grandes caderas que se trasladan de un lado a otro como si bailaran al son más seductor, la mayoría de ellas llevan sus cabelleras largas, casi hasta la parte baja de su espalda, su piel es un intermedio perfecto y ni hablar de su carácter, no crean que se miente cuando dicen que no se meta con una mujer caleña, se lo digo yo que tengo experiencia con ellas, ¡no se dejan de nadie pero nadie es nadie! Ahora esos machos caminantes por nuestras bellas calles, muchos de ellos constructores, taxistas o pintores, padres, hermanos, tíos y abuelos que luchan cada día para subsistir a su familia. Palabras como “mirá” “güevón” “parce” “vé” “hijueputa” “oiga” se oyen constantemente en el centro de Cali y sus alrededores. No se puede negar la cantidad de rubios, altos y ojiazules que visitan nuestra ciudad cada año y para nosotros es una alegría que visite la Sucursal del Cielo, nos gusta observar la manera en que visitan nuestros puestos, disfrutan de nuestra gastronomía, conocen nuestro día a día y bailan nuestra música. Hace poco conversaba con un viejo amigo sobre si el infierno se dividiría según fronteras y países, por un momento nos preguntamos sobre el infierno de los gringos, en el momento no pude sacar una conclusión pero ahora, amigo mío, ya le tengo la respuesta, el infierno de los gringos sería no poder visitar Cali.

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