Por Santiago Angarita Yela
Manifiesto Delirista
Hemos decidido incursionar en la locura, en ese estado puro, éter de envergadura cósmica. No es psicosis nuestro llamado a la revolución, revolución sin armas, revolución sin sangre, revolución de mente. Ya cansados de esperar el lanzamiento oportuno de la primera piedra, ya arbitrariamente vendidos a la esclavitud sistemática disfrazada de libre albedrío, ya enfermos y corrompidos hemos decidido alzarnos, romper la norma establecida por el rígido grupo social, abstraernos y renegar de la literatura eurocentrista, la música rancia y sobreproducida, de la narcocultura y los estereotipos sesgados. Se ha prostituido la figura del artista hasta el punto de amedrentar a los verdaderos genios creadores.
A sabiendas de que la nación arde en la hoguera de la corrupción infame, decidimos dar pelea. A sabiendas de que nuestras juventudes yacen desnudas, humilladas y despojadas de toda idea libertaria, decidimos dar pelea. A sabiendas de la percepción que tiene la elite sobre nuestras vidas, de nuestro papel como monigotes entrenados, para encajar cual engranajes en el sistema de consumo, decidimos dar pelea.
¿Donde se ocultan los movimientos que luchan contra todo pronóstico por alcanzar la utopía?,¿quien representa ahora las ideas, miedos y rencores de nuestra generación prostituida?. Recae sobre nuestros hombros Deliristas la responsabilidad de sembrar un precedente, de regarlo, de comer y compartir sus frutos. Derrumbar el establecimiento mediante versos contundentes, pinceladas policromáticas y mearse en las estéticas decadente de la cultura pop.
Somos blasfemos, blasfemos y marginados; los de abajo sin ganas de estar arriba, pero si de despertar. No buscamos poder alguno más allá de lo que nos conceden las artes para nosotros sagradas, el grito de guerra que ha de sublevar el sentir de jóvenes drogados hasta la médula, por los medios y el mensaje. No más silencio, no más desidia, pereza o inconformidad. Eleven sus cánticos de delirios, bailen dentro de las hogueras, beban del fuego y transmuten en humo sanatorio, transmuten en verso , en imagen y estructura, hagan sentir el poder de una mente lúcida, iluminada con la verdad, flotando en regiones oníricas más allá de la esquematización del pensamiento.
Estamos hartos ya de la violencia, de la muerte y la injusticia, nos conforman los trozos huérfanos de una patria desmembrada por sus propios hijos, ¿Es esto una revolución?, sí; pero sin sangre, sin fusiles, sin viudas, ni incluseros. Somos la evolución de aquel ser económico y autómata cuyo fin último es atiborrarse de capital sin contemplar nuestra natural condición de mutualismo. Somos la evolución de aquellos gusanos inmundos que no hacen más que apropiarse del sudor ajeno, que viven de ilusiones plásticas, seres de plástico en ciudades de cartón.
Nos negamos a morir siendo idiotas útiles, nos negamos a ser maquinaria, a seguir sin cuestionar el viciado círculo de la hipocresía moderna, a ser los modelos anhelados por seres que no sueñan. No pedimos a todo el que lea este manifiesto funesto que se una a nuestra causa, una sociedad de solo deliristas sería como un poema sin métrica, con fuerza pero sin orden; son ustedes un mal necesario. Sin embargo exijo a usted amigo apático que no dificulte nuestro andar, que valore nuestras temerarias acciones, porque sabe usted que le falta el valor para salirse del molde. Somos nosotros quien lucharemos por usted, porque al llegar de laborar no deba soportar el bombardeo abrupto de basura mediática que suelen llamar entretenimiento, luchamos para que no venda su alma al patrón extranjero, para que recuerde la ancestral tierra que lo engendró. Legitimamos la existencia de los marginados, los invisibles, los olvidados, esos a quienes cruzan en la calle con aire de superioridad intelectual, sin ser conscientes acerca de la libertad que ellos poseen y de la que ustedes carecen.
Somos trovadores, poetas, artistas y ante todo magos, creamos desde el subconsciente formas de subsanar la ajada calidad de vida impuesta por el supuesto éxito en la postmodernidad. Que estamos locos, si lo estamos; pues deliramos. Alucinamos con la posibilidad de un cambio, de un rescate, de una abstracción colectiva a este averno popular en el que nos han inmiscuido las elites vendidas, vendidas al extranjero, vendidas al patrón. No somos nacionalistas, ni fascistas, ni de derecha ni de izquierda; somos transversales, artistas sedientos por plasmar experiencias, por guiar al extraviada y despertar al obnubilado.
Nos atribuimos el derecho de alterar el orden establecido, de pintar iglesias, plazas públicas y estaciones de radio basura, de recitar versos que inciten al despertar, que evoquen el desorden y las ansias de revolución. Entre locos nos buscamos, solos nunca estamos, los Deliristas somos legión.
Y si por el contrario usted no es apático y decide unirse a nuestro marchar, de antemano sepa que el proceso es arduo, que los delirios infectaran su espíritu, su cuerpo. Transmutara su genoma mecánico y pasará usted a ser Arte; Comerá libros y respirara ideas. Considérese un iluminado por el simple hecho de despertar de la infamia, de atreverse a cambiar la comodidad de la ignorancia, por la responsabilidad del creador. Aceptando dichas apoteosicas condiciones venga y luche a nuestro lado, purgaremos el pensamiento con literatura, resarciremos la dignidad de los apáticos para que si es que aun sienten algo, vislumbren las cuerdas que erigen sobre ellos los titiriteros burócratas. Venga y luche a nuestro lado, escriba, cante, baile, escupa, salte, sueñe, viaje, ame, ame y ame de nuevo; porque en este mundo mecánico el amar ha perdido su luminiscencia. Recorra las regiones astrales de deseos impuros, plasme en una lágrima su alma, vuele cerca del sol, con un cuento bien armado, con una melodía de sonrisas en fanfarria.
Reescribiremos el mundo, resarciremos el país, devolveremos el valor a la rebeldía, seguiremos el ejemplo de los difuntos nadaístas, de los surrealistas e hiperrealistas, daremos ojos al ciego y alas al esclavo. La libertad de crear sin restricciones dogmáticas, sin estéticas absurdas, sin número de páginas. Si no le queda tinta escriba con su propia sangre pero nunca deje de crear y tenga siempre en cuenta que de esta purga de fuego sacro; ¡sólo resucitarán los vivos!.
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