Se siente el escozor de un corazón en pesadumbre, el alma pesa en fiebre falsa, laceran las ideas como huesos vidriados, y los recuerdos se amontonan en lágrimas delirantes, yace suicida el espacio, el tiempo, alucina el remoración sublime, inalcanzable, se derrama sobre la piel e incinera, calcina, el frío cobija el cuerpo que se tumba inalterable sobre el álgido solado, y ahí “lasciate ogni speranza oh voi che entrate” o “oh vosotros que aquí entráis abandonad toda esperanza” porque el desamor no os arrancará vuestras vidas, el desamor, más bien, dejará vuestra entidad muerta caminando entre falsos vivos, sanos, ajenos al azote de amor que asola a los cabizbajos, porque el alivio no está en nada más allá que el extravío de una vida que apalabró ser análoga, una vida que dejó dentro de vos el achaque de un desamor que recala por la amargura abierta de un corazón bífido, partido, y se afincó en el tuétano de un alma en pena que callejea enferma de animadversión contagiosa
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