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Incinerando las ganas de metáfora.

  



Mi rostro rubicundo ha perdido todo tono, 
Ya no logra proyectar aquella que nace en la víspera del contonear de tus formas, 
del eterno brillar de tu alma de niña, fundida con maestría en aquel cuerpo de mujer.


Mis ojos han adquirido pesares, atisbos de amarillo, de decadencia, de soledad.
Y es que el tiempo no es más que el cosquilleo intempestivo en mi garganta,
 cuando no pronuncia tu nombre, entre sudor y falta de aire,
entre meriendas interrumpidas y ventanas empañadas.


Desde que te me vienes muriendo mi ser es una amalgama  de mendigo y gato, 
rebuscando en alcantarillas secas aquel beso extraviado, 
aquella cama rota, aquella caricia afanada por miedo a ser expuestos ,
 a la radioactiva alienación de los amantes de alquiler.


Me veras despertar en cánticos y monólogos dantescos,
soliloquios de sueños interrumpidos, en fluidos de media noche, sobre tu ombligo. 
Solo para ver si así logras al fin fijarte en mis uñas comidas, 
 por la desesperación del poder perderte.


Sera ahí cuando pensaras muñeca rota que aunque todo hombre igual no ama , 
 no habrá fulano alguno que catapulte tu sentir más allá de Andrómeda ,
en aquel rinconcíto donde guardas las sabanas, los poemas y tu rímel de miel , 
bajo la cama donde con delicadeza rozábamos nuestros tobillos,
incinerando las ganas de metáfora.

Santiago Angarita Yela.

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