No soporto más el voyerismo del sol tras la montaña. Tu ventana se fragmenta en la sístole de mis ansias de carne, Mientras tú tan sórdida bailas la danza del reóforo astro, Te disipas en susurros que emulan al llanto, Mientras yo con desesperación me hundo en tus pechos sacros. De tinieblas se vestirá el martes en que tus ojos no esquiven la razón, De tinieblas se vestirá la noche en la que el soliloquio de tus celos de joven No empañen las caricias tranquilas entre fluidos y olores. Y es que como no extrañar tu frágil tacto, Aquella piel de seda reforzada mediante maleficios bohemios, Mediante vino, Borges y gatos. Ayer recordé sentado en una nube a que sabía tu pelo cuando te leía poesía, Como verso a verso tus folículos erosionaban en promesas eróticas, Como rimbombante mi tacto surcaba las bifurcaciones magras de tu cuello frágil Y sigo sin soportar el voyerismo del sol tras la montaña. Tal vez no lo soporte porque cuando decidí no ser de nadie anido mi libertinaje, Cuando un colibrí muere siete flores se marchitan, Cuando este colibrí callo broto del agua cierta amapola. Ya aun así no entiendes el telefonema de mis mares, Cuando ebrio sobre tu lecho se escapan mis mares adiamantados, Susurrando con pena que soy vulnerable ante los designios de tus caderas. No soporto más el voyerismo del sol tras la montaña, Sin embargo no cesaran el sismo en tus piernas. No hay estrella que queme más fuerte, ni supernova que estalle con más placer Que el mío cuando gritas el nombre, que mata.
Santiago Angarita.
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