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No soy feminista

Por Erly Sanchez .

Y no, no soy una machista, oprimida y sumisa que le gusta el dolor. Todo menos eso. Soy humana, el hecho de que no me agrade el término “feminista” no quiere decir que desconozca los problemas de las mujeres, es que me parece que se exagera un poco con las chicas que de una u otra manera hemos tenido más oportunidades que las demás y parece que al ser “feministas” debamos seguir exigiendo. No me parece justo. Y tiene que ver con un suceso claro: Lo último que veo en una persona es su género.
Tuve la gran oportunidad de crecer en una familia donde mi género no determinó nunca mi rol allí. Mi padre nunca me dijo: “Deja de hacer eso que es de niño”, aunque en muchas ocasiones si se vio disgustado ante mis manera de expresarme a través de mis ropas o mi vocabulario, dejó que yo escogiera con libertad que deseaba en mi vida. Mi madre fue un impulso igual de fuerte, lo tiene que ser cuando trabajas, eres mamá y aun así te queda tiempo de ser tan altruista como para ser voluntaria de la Cruz Roja.  Ella me enseñó algo valiente y real: Tú puedes hacer lo que sea, nada te lo impide, el hecho es que vas a tener que luchar con uñas y dientes si lo quieres. Y yo he sido una niña mimada (en el sentido más inocente del término), así que siempre he querido mucho y en altas expectativas. Quise se arqueóloga, psicóloga, escritora, científica o dueña de mi propio burdel.
Eso último no es broma. La libertad se vive en todos los espacios y creo que si alguien quiere hacer de su cuerpo su medio de trabajo (en plena facultad de sus sentidos y con todo el derecho individual que le corresponde), puede hacerlo y disfrutarlo tanto como lo desee y por el tiempo que le venga en gana. Yo solo me ocuparía de que esa libertad no sea violentada, tenga un lugar seguro, limpio y amigable y no tenga que esconderse de la hipocresía social. Y, otra vez, no estoy hablando solo de las mujeres, porque también hay muchachos que salen a vender su cuerpo en las noches y tienen que vérselas de lleno con vejaciones de todo tipo. No voy a entrar a preguntar porque les gusta o porque quieren hacerlo. No hace mucho entrevisté a dos prostitutas que llevaban más de seis años en un bar. Ambas coincidieron en que, a pesar de existir otros medios de vida, ellas preferían este porque les rendía más ganancias en menos tiempo y esto les permitía pasar más tiempo en sus casas: “No todas las mujeres pueden disfrutar como yo disfruto a mis hijos toda la semana. Estoy en casa de lunes a viernes”.
Pero bueno, el burdel va a tener que esperar porque estoy estudiando periodismo y ahora estoy más interesada en hablar claro que construir negocio. Mis altas expectativas y mi no necesidad de centrarme en el género de las personas han hecho que me retraiga del movimiento más importante realizado por la representación de la mitad de la población mundial. El feminismo, es para mí, una camisa de fuerza. Porque me encasilla a pensar primero en los problemas de las mujeres y no de la humanidad en general, no puedo ponerlas a ustedes de primeras en todo, chicas, solo por el hecho de ser chicas. El Manual de Carreño está más que mandado a recoger.
Yo no quiero decir que no me moleste que haya comunidades en el mundo donde la mujer sea poco más que un objeto, que se la trate igual que a un animal y, aun así, estos tengan más derechos. Yo estoy a favor de que se eduque a la población, se cambie el “chip” y se luche de una manera ordenada contra estos males. Solo que a la par de esto, también quisiera que a los hombres del mundo se les deba dejar de exigir que sean machos, de pecho peludo, atrevidos y déspotas en el trabajo y dulces terrones de azúcar en el hogar. Que yo también quiero libertad para ellos, joder. A ver si así ellos dejan de suicidarse tanto, de recurrir a la pelea física como forma de desahogarse o de creer que tienen un deber moral con la patria y por eso tienen que ir a recibir balas en nombre de otro.
“No se nace mujer: llega una a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización en conjunto es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino.” Dijo Simone de Beauvior, mujer audaz, de pensamiento liberal y amante del buen Sartre. Bien, pues por esta misma línea de pensamiento uno también llega a la irreductible conclusión de que uno también llega a ser hombre y, por lo tanto, las construcciones que vienen a ser hombre y mujer y, ligadas a ellas por comportamiento, las identidades sexuales, deberían venir siendo bien iguales y cosas de segundo plano para alguien del siglo XXI.
El feminismo es para mí un término qué, como el chovinismo, viene haciéndose auge en el mundo por la total falta de escrúpulos con que hemos tratado a nuestra cultura y a los problemas que se han desarrollado a propósito de hacernos precisamente los de la vista gorda. No digo que los problemas no existan, solo que el enfoque que les damos no promueve la solución, sino el aumento del conflicto.
Vivo en Colombia, un país que atraviesa ahora un momento convulso, pero alentador hacía una reconstrucción social. Mis aspiraciones, personales y por lo tanto subjetivas, no tienen nada que ver con un país que se parcialicé de nuevo hacia un ideal u otro, el hecho ya de que el feminismo exija una posición es para mí un punto que lo descarta de mis prioridades.
Hablemos de humanidad, de personas, de gente. Hablemos en plural, en uno de verdad inclusivo, que no necesite justificarse nunca.
Chicas, no les estoy diciendo que dejen de ser feministas, están en su derecho de hacerlo si así lo quieren y lo sienten, para ustedes también se aplica el consejo de mi madre. Luchen, con uñas, dientes, garras y todo el poder que les da la naturaleza. Pero, por favor, no censuren la expresión ajena, no tapen el sol con un dedo. No son ustedes las únicas que habitan el mundo y lo que muchas veces ven como prioridades, en el mundo real no lo son, porque la brecha salarial no es culpa de los hombres, es solo una arbitraría cuestión de valorización de los trabajos que escogemos; el acoso es una cosa seria que no tiene nada que ver con que un chico te sonría y te llame guapa, él solo te encuentra interesante y quiere hacértelo saber, está interesado en ti como persona; y no me dejen entrar en el terreno de las oportunidades, porque hay que hacernos responsables de nuestras decisiones: De cómo y dónde nos involucramos con alguien, de hasta donde le dejamos transigir y a qué queremos dedicarle la vida. Además, si alguien te hizo pasar un mal rato alguna vez, no es justo que te desquites con todos. El mundo es muy grande y las variopintas personalidades no van a reaccionar de la misma manera ante las circunstancia.
Al final de todo, creo que la idea es perdonarnos. Todos. Por estar un poco equivocados, por ser un poco tontos y por querer hacer del mundo un lugar mejor, a costa incluso de la salud mental propia y ajena.
Apostemos por la humanidad, esa que no excluye género ni sexo, ni identidad ni raza, ni religión ni color político. Hagamos ver soluciones y no problemas, practiquemos el no pensar que siempre la razón está de nuestro lado o que el otro trata de convencernos de algo pérfido. Abramos la cabeza y el corazón a trabajar juntos, a hablar con propiedad y en plural, a no ponernos etiquetas.

Quítate la etiqueta debería ser la próxima moda, a ver si de verdad hacemos un cambio. Deja de ser gilipollas, machista, derechista, marxista, estúpido, seguidor del espagueti volador o simplemente ateo. Sé persona. Di: lo siento, no me gusta, muchas gracias, estaba delicioso, te amo, te respeto, te alabo, esa idea no me parece del todo, no creo en ello, eso lo adoro y, más importante aún, si quieres hacer moda y copiar a alguien, recuerda que Voltaire dijo: “No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. 



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