Por Santiago Angarita Yela y Carolina Palacio
A las afueras el bar La Bohemia, en los tejados de una ciudad protegida por el la espina de los andes, se encuentran dos amantes. Dispares, disonantes, en lucha constante por sobreponer su sentimiento ante su génesis. La mujer fruto de la burocracia, de facciones dóciles y espíritu romántico lamenta el instante en que su macho cabrío saltó la cerca impuesta, para regresar a la libertad de los bares de mala muerte y la poesía alucinada. Los siguientes versos, más que una despedida, son una conversación, sin fonemas, ni vocablos. Los siguientes versos más que una conversación, son un grito desesperado de dos almas que lloran ante la separación de sus cuerpos, de un poeta y una poetisa, que incluso al llorar destilan arte.
Gardenia:
Noche de estrellas,
mis ojos entre tus cejas,
efímero recuerdo de algo que ya no puede ser.
Perro viejo:
Noches incluseras,
noches infieles,
yo que pensaba que las gardenias eran puras,
retrechera embaucadora,
resultó más nublado tu amar de burguesa ilustre,
que el reflejo espectral de este poeta maldito.
Gardenia:
Noches sublimes,
noche adultera,
traición de sueños,
deserción de la quietud mañanera,
mírame aquí y cierra los ojos.
Perro viejo:
¿Cerrar los ojos?
mejor abre la mente y no reposes arrepentida,
yo que cambié los monólogos estridentes por la canción de tu susurro,
los barrios del submundo por los rosales de tu jardín,
cercené hasta mi melena,
perdiendo todo vestigio de rebeldía edificada,
si cierras los ojos encontrarás solo ausencia,
ya que estas herida sin cauterizar,
¡No se lamerán solas!
Gardenia:
Cierra los ojos amado profanado,
te lo repito,
y he de susurrarlo siempre,
no me arrepiento, no lo contemplo,
¿abrir la mente?
como los mares a estrellas,
estarás hasta en la muerte mi tierno amado,
como estás hasta en la ausencia,
la vida, el temblor y el olvido,
y ahí estás...
y ahí estamos.
Perro viejo:
Tersos suenan los vocablos de tu fraudulenta dialéctica,
pero estos ojos de perro triste se niegan a derretirse,
ante tu saliva de miel, tu silueta aristocrática,
y ahí estás,
y ahí estamos,
sabiendo que andábamos para encontrarnos,
amándonos entre frases jamás constituidas,
entre besos contenidos,
entre sábanas níveas, como tu piel, como tu sexo,
si no te arrepientes muñeca rota.
¿Por qué te niegas a volver?
mi hígado no soportará tres noches,
el lado diáfano de la cama doble,
sin luz de vida, como las calles caleñas en tarde de lluvia.
Gardenia:
El verso retumba en tus ojos,
en las sábanas que en vela colonizamos entre uno que otro suspiro,
el eco de un universo en colapso,
y todo se derrumba, menos nosotros,
nunca me fui, ahí estoy,
donde termina tu alma y comienza mi voz.
Perro viejo:
No esperes que digiera más engaños,
suelta ya mi mano y permíteme incursionar en la desidia,
dar traspiés etílicos por el camino de las utopías,
recitar manifiestos simbólicos con cucaracahas de cloaca.
no más cócteles hipócritas con tu pulcra hueste,
quemaré tus cartas de sello de cera,
para amanecer leyendo a Rimbaud bajo los puentes del centro,
no quisiste ser gata, ni rata, ni paloma,
no quisiste ser nada, por tus deseos ávaros de abarcarlo todo,
se disipa la aureola en tu maraña anglosajona.
¡Adiós gardenia, un beso y un buen porro!
Pero silencio, que tus padres no se enteren.
Gardenia:
Sabes de palabras,
háblame de silencios,
háblame de una verdad que a trescientos metros no sea falacia,
susúrrame lo que piensas,
entre oscuridad ya que hayas extraordinaria la penumbra
¿Cómo quieres que exista entre las cenizas del tiempo?
lo único sempiterno parece el grito ahogado de un amor perecedero.
Adios, ¿lo escuchas?
adios,¿lo sientes?
se aleja la eternidad y aquí estamos,
aquí morimos,
pero llévate tus vicios y déjame los sueños,
lo único que tengo que merece un nosotros.
¿No ves el horizonte caduco entre las albas cobrizas?
¿No te sientes incompatible con la esencia de las cosas que callas?
Perro viejo:
Apaga ese cigarro y vuelve al lecho muñeca,
que el crepúsculo se viste estrella y es sabido que jamás has fumado,
acalla los reclamos y dale un mejor uso a tu boca,
comisura dócil que se aprecia mejor bajo mis versos,
¿Adiós?, a tu ombligo capital del cosmos,
¿Adiós?, al diáfano hoyuelo en tu mejilla,
¿Adiós?, a tus manos de poetiza rota.
Adiós musa de hiel,
sabes donde encontrarme así que no me busques,
siempre a las diez,
ilustrando sueños en el billar de La Bohemia,
siempre tuyo... un mediocre Nadaista.
Gardenia:
Adiós, viejo amigo, viejo universo.
siempre nos quedará este verso,
siempre recordaré los silencios que hicimos nuestros,
De mano del telescopio al infinito.
Siempre tuya, como el susurro del viento.
Esa noche se fueron de La Bohemia como errantes entre un mar de incertidumbres sin nombre. Conservaban las facciones del otro en medio de la única cordura que poseían, y quemando todo retazo del tiempo que les hilvanó sin remedio, huyeron con paso taciturno por calles distintas que culminaban donde comenzaba la misma avenida. Pero, aún si volvían a cruzar la mirada transitando como espíritus por una Cali huérfana de amores, ya no serían más que un recuerdo desvanecido del que solo quedaban dos desconocidos.
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