No logro pilotar mas la implosión de mi superyó abstraído,
houston, hay dos problemas: la duda creadora y la suricata en la pared.
Levito sobre el compendio de moscas excitadas, pululantes en viscosidad,
roen lo que defeco, se sumergen en ideas muertas, en soliloquios bastardos,
¡Pero si yo defeco poesía!
Poesía: es el cementerio de luciérnagas,
el lienzo de pequeños cristales que arropa el crepúsculo de la sultana,
la dama de piernas largas y piel de brisa, que unos llaman Cali y yo llamo amalgama.
La osadía del jinete sin espuela,s se atreve a acordonar entre fonemas las maniobras libertarias,
malabares geográficos, artificios urbanos, cemento y cal; sudor y zapateo; putas y gatos,
la metáfora vive y la realidad no es certeza, solo tiende a escapismo.
¿Que héroe de epopeya ha carecido de osadía?
La osadía no es más que estupidez glorificada,
¡Houston, se acaba el aire y me sobra el verbo!
Pilotear en la habitación de espejos es como desayunar en un burdel,
cada reflejo seduce mis incipientes ganas de psicodelia,
y vibro denso,
y vuelo alto, nada puede tocar al bufón de estadero, al amoral de papel.
Anclo la moral transitoria a estribor y a la popa su pelo en llamas,
ascuas purificadoras de este paisaje intergaláctico, astronómico, romántico,
¡Astromantico!
¡Voy a estallar houston!,
Y la torre de control responde en lenguas de origen burócrata,
yo vine porque alta era la probabilidad de perderse entre el vacío,
no porque me pagaron.
No pretendas que hace falta máscara, para mentir a la conciencia futil,
Trasluce sincero tu hastío ante mi anárquico andar.
Y amanezco sin dientes,
y me los pega el sol,
el mismo que calcinara mis huesos,
el mismo que regurgitará cerveza.
No siento el fluido intravenoso Houston,
mejor apaga las estrellas,
no soporto ver que mi madre llore,
observa a su hijo atormentada,
inerve sobre el diván,
enraizado en las profundidades de lo inmaterial
¿Pero por qué volás si no sos ave?
Porque soy poeta madrecita impoluta,
La naturaleza del arrabal lo ató a su patrimonio intelectual,
Con la fuerza de tres convictos,
Con la determinación de un abstemio.
¿Aun me escuchas houston?
Tres pipas son diez años,
tal vez de luz, tal vez de arena,
no hay tiempo en la dimensión de los alucinados.
la tierra exhala plegarias para mantenerme al margen,
de su fumata laica, de su atolondrada translación,
me atrevo a regresar desafiante.
extasiado ante el deseo que causa mi caminar;
y desciendo, y la escupo,
porque estoy vivo,
porque los muertos no escupen.
Mi madre vislumbra el despertar de su retoño,
corre a hacerme un café culposo,
“la próxima volamos juntos mi vieja linda”
Y dos besos en la frente, para dormitar el síndrome post-verso.
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