No comprendes mujer el daño que a omisión imprimes,
Al arar surcos entre nuestra conexión corpórea,
Al edificar barreras gélidas entre el guiño absoluto de mis
ganas de ti,
Distancias mínimas pero de estridente impacto,
Derroche de virilidad, inestabilidad y mil versos.
¿En qué he errado dulce señora?
Para ser castigado con tal ignominia cual apestado inclusero,
He de intervenir mi percepción mediante conjuros etílicos y
drogas ligeras,
Mediante poetas malditos y novelas negras,
Para no pensar en que era cierto aquella premisa que la
soledad es el óxido del tiempo.
Esta orgía de malos pensares envuelve mi falta de cordura y
la trastoca en psicosis,
Si te vas a ir vete, pero no amagues con las artimañas de
mujer, de camisón translúcido;
Cuando el crepúsculo envejece y mi mirada va a dar tumbos
sobre la estepa de estrellas agónicas,
Te imputaré tres cargos,
uno por dormir sin percatarte, otro por percatarte sin actuar y el
tercero por enamorarme sin atisbar la inestabilidad del errante.
Reposo sobre un colchón impoluto, duro al tacto y en extremo
aséptico,
Siento asco ante la falta de huellas, ante la falta de
fluidos, ante la inexistencia del sudario de tus nalgas frías,
¿Es así como correspondes, al amor desenfrenado de este
alucinado hidalgo?
¿Es así como reniegas de los delirios de monarca?
De este feudo de alquiler,
Si no quieres ser la musa plasmada en paisajes oníricos,
De métrica maldita y con tendencia psicótica,
Dímelo de una vez y evita a toda costa besarme por
costumbre.
Sabías de antemano, que suelo incinerarme en hogueras
alimentadas por mi falta de autoestima,
No dejo guerrero para contar el cuento y la desgracia es
otro fin para alcanzar el éxtasis,
Bebo hasta desfallecer y si he de usar los puños que sea
contra un toro desbocado,
Ya que ni se está dispuesto a morir por glorias es la vida
una maldición innecesaria.
Si he de morir sobre la carretera que has pisado,
Sera purgando mi blasfemia generacional,
De la mano del remanente inocuo de tu cabello aindiado,
Prefiero besar fantasmas sinceros a ostentar un amor a media
asta;
Ayer la promesa de tu regreso me arrastró a lustrar la
huella sobre mi piso impresas,
Huellas de niña imantada, de mujer combustible,
Ante la posibilidad de tu desnudez eterna, regué mis
jardines para engendrar juntos retoños de alma herbaria,
Glorifiqué los trastes y junté los trozos del último espejo
que se atrevió a devolverme el gesto,
Incluso envalentonado he lavado las sábanas que una vez
llevaron tu aroma,
Todos los anteriores simples rituales soeces sin objeto más
que servir a tu ego burócrata.
Esperé junto a la tabla de cedro la fanfarria de tu arribo,
El sol escupe burlas a mi erección incompleta porque jamás
llamaste a confirmas tu retraso,
Duermo aun junto a la puerta ajada, temeroso a enfrentar la
realidad,
Ya no brotan lágrimas de macho herido, me ha crecido el
bigote y se añeja el misil en el balcón.
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