Odiada mía
Hoy no seré tu caballero
Ni tu te trajearas de princesa
No iré a tu redención pues la bestia soy yo
Te resuelvo remota de mis haberes
Por tus siniestras ventanas
Las que no confiesan su última lágrima
Las que yacen con los anhelos resquebrajados
Mi remembranza no da cuenta de las puñaladas,
De las ojeadas indirectas y las caratoñas foraneas
Que veía en cara de todos los traidores sonrientes
Mi delirante persona segunda lo inevitable.
No te amo con todas mis fuerzas
No te abrazo ni pago mis caricias en reserva
He de erigir un monumento a todos nuestros pecados
A los estridentes alaridos que retumban
Entre barreras testigos de la cruzada
Entre mis afanes y tus amaneceres en los bares.
Indigno de un idilio imaginario,
De unos abrazos enlatados
De unos versos caducados
Dentro de los que se encuentra este,
El más añejo de todos,
Cómo un triste ron para olvidar un amor,
Un amor que nunca existió,
Mi religión, mi devoción.
Así que hoy, mi detestada pórfía
Que me haya en un fuego entrecruzado
Que me degrada al tercero en discordia
Que releva a un querer que ya no es mío
Te digo hasta nunca
Desde lo que ya no es corazón
Desde lo que lees, mi último verso,
Mi última palabra de una antipatía
Con tu firma tatuada en sangre.
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