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Escala en San Antonio, allá donde los mochileros

Eran apenas las 5 de la tarde cuando vi el viento pregonando nacer la noche de brazos de la última hora de luz citadina que acaricia suavemente la colina desde hace poco más de tres siglos y las familias, el auditorio de estas obras y todas sus secuelas se preparan para presenciarla, un minuto de llegada, tan solo pisar el camino empedrado era necesario para que 3 mochileros ofrecieran sus mercancías juradas de dotes especiales para equilibrar las energías o proteger a alguien “Acercate, vení mirá sin compromiso, que vos sabes que por mirar no se cobra” le dice un artesano argentino, se nota por su acento, a un grupo de varios jóvenes que a duras penas giraron la cabeza en su dirección, otros simplemente esperaban a un cliente potencial acercándose a ver una infinidad de cachivaches y artesanías apoyadas sobre una manta de color vario pinto reposando en el suelo, que si se acercaran a ver más allá de lo que reposa en el suelo verían una historia, de amor, de odio, un drama, una comedia, risas que escriben un decálogo de peripecias y aventuras con protagonistas que han venido naciendo cada alba desde la llegada de los inmigrantes de la guerra de los mil días y las dóciles familias del Cauca y Nariño.
De aquellos que no mucha atención prestan a los transeúntes que van y vienen, precede una historia donde todos los que escuchaban habían tenido un papel a lo menos de espectador y que, recordando lo acontecido, daban pie a hacer remembranza dando rienda suelta a la clásica risa del que de una buena tarde se acuerda, historias de viaje, que comienzan en lo alto de la tierra latina para dar fin en los fríos bajos argentinos, de carreras y oficios pasados que ahora no son más que una buena excusa para encontrarse donde hoy relatan esta historia, Lara es el vivo ejemplo de ello, una “tipa”, o asi le dice ella a todas las mujeres a las que se refiere, argentina de veinte y tantos años, se sienta a leerles libros a todos los que quieran atender, lee cada que está en cali, porque si ella viene a colombia llega a cali, “la sucursal del cielo” le dice ella con más sentido de propiedad que cualquier ciudadano de a pie que haya pasado su vida entera repitiendolo una y otra vez, “yo sí tengo mis artesanias y mis cositas pero no siempre vengo a vender, no todos los días son buenos, aqui en tu país, y disculpáme por decirlo así, no entienden el significado del trabajo duro y el arte detrás de cada manillita, detrás de cada anillito de coco, hay una historia, como la mía, como la tuya” se detiene a decirme brevemente antes de seguir leyendo un par de líneas más de “un mundo feliz” al resto de los que se “parchan” anhelantes de seguir escuchando, ella cuenta, y voy a parafrasear, que el viaje es sinónimo de cambio, no se relega a la simple expresión de una distancia recorrida, es la definición de un antes y un después, un cambio de estado. que recuerda a lo que alguien alguna vez dijo “el viaje más largo comienza con un solo paso” y que para emprender dicha transformación se necesita la convicción necesaria para tomar la decisión que marcará la vida con la tinta indeleble que deja la huella de ese solemne
paso.
Pero no se queda en la base de la loma como de un libro no es la portada lo único que se lee, no son todos viajes de un continente entero, de ir subiendo se puede encontrar con lo que un día serán memorias y que hoy están tan solo a punto de nacer, familias completas que disfrutan de una noche digna de novela mientras las guitarras coplan canciónes de amor en todos los idiomas, “es raro que me preguntés por mi, no todos se interesan por el dueño de los dedos que rasgan estas cuerdas, soy egresado de la autónoma, cineasta, hago cortos por todo colombia, desde por allá arriba en la guajira hasta allá abajo en el amazonas, videos musicales, documentales, lo que vos querás pero eso no quita que venga cada fin de semana a cantarles a las personas que se sientan a lo largo de esta loma”  le cuenta Camilo Andrés mientras improvisa con las líneas de nylon que vadean su guitarra al que le pregunte por el motivo que lo hace actor dentro de este hercúleo escenario mostrando fotografías toda Colombia para narrarlas entre sonetos y canciones “doy fe, soy joven pero de la vieja escuela” se ríe “antes de dar un solo paso fuera de tu país, antes de siquiera pensarlo, tenés que haber conocido tu tierra, tus raíces, lo que te hace quien sos y que dara el pie para quien serás” quizá sea por eso que en todo lo que Camilo cuenta no menciona ni una memoria que vaya más allá de las fronteras.
según Sheakspeare la vida es una historia narrada por un idiota y hay quienes encuentran la gracia en ello mirando a los caminantes mientras se preguntan “si el pudo ¿por qué yo no?” y comienza el periplo no con el primer paso, sino con el primer latido de un corazón enamorándose del trayecto a recorrer.

Viajes de veinte años, viajes de un par de pasos, que aquí comienza, que aquí terminan y que aquí, como muchos de los que emprenden su éxodo en búsqueda de una catarsis para hacer real el sueño lúcido de ser libres, hacen su escala más importante, en este collado tricentenario construido a base de letras que cuentan viajes donde, mientras ahora la noche desnuda el dorso de terreno, más allá del bien y del mal, más allá del tiempo o el espacio, la iglesia sigue ahí, impoluta, la primera en alzarse en la cima de este altozano por allá en el siglo diecinueve la reina de la colina que no rinde cuentas a nada más que a sí misma, vigilando que las historias que sigan contando y que los viajeros sigan llegando.

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