Muslos de loca, robles con trazos de nubes, tan suaves,
advenedizos, codiciosos,
Largos trazos de Dalí, sobre las tiernas planicies de tu
cintura,
Tu cadera aguarda como valle anhelado, aguantando el calor
de la gran cordillera de tus nalgas,
Oh, Como quiero tierna niña, perderme en la inmensidad de
tus curvas maravillosas,
Cuanto quisiera explorar el dulce amanecer de tu sonrisa
entre los volcanes de tus pechos, que desde la más íntima espesura colorida
puedo ser testigo,
Como apasionas el alma aventurera de este insensato
caminante, que incansable sube a paso animal por tu espalda,
Oh planetas largos, llanuras inmensas, de sabores sudorosos
y baldíos,
Tu cuello, oh querida niña, entre mis mordidas se nos pierde
la cordura,
Yo en mi eterno alimento, y tú en la sensación de muerta en
vida,
Locos, insensatos, frágiles parpadeos de piel erizada, te recorro
y me recorres, pues mientras pruebo de tu sombra, de tu carne y tu dulzura, las
horas pasan, los ángeles mueren, las húmedas pirañas en tu pelvis revolotean, pidiéndome
entrar, cegador, a tus batallas,
Como la suavidad de tus senos me recorre estridente, ¿tan
suave es el cielo? Como podría ese tumulto de vapor caber en mis manos, que
tocan, recorren, saborean mis lenguas y te hacen palpitar letalmente,
Como las tardes locas de los incesantes corazones que se
pierden a la vista del mundo, para hacer el amor, o esperar a que el los haga,
con la dulce ternura de una mordida de tigre en el pecho calcinado de los
muertos,
Cálidos besos me visten, locos recorriéndonos, acercándonos,
canibalizando las almas de los pecadores que se regodean en tu pelvis,
Eres tan ajena y tan mía,
Tan tuya y tan mía, que te secuestro y me secuestras,
Y yo soy tan tuyo y tan mío, que te mato y me matas,
Sacas de las hojas caídas mis respiros pecadores,
Hojas calcinadas a fuego,
Al terrible fuego de tus caderas contoneándose,
De tus nalgas sabrosas pidiendo a gritos ser comidas por
este lobo hambriento,
Que no daría más que un trozo de luna para alimentar tu
hambre voraz,
Oh loca, levántame tus nalgas, y déjame ver el destino de
mis horas, la dulce avaricia de mis deseos más anhelados,
Ábreme las ganas de violar tu santidad, de marcar con aires
de fuego la propiedad de tus sabores,
La propiedad de tus caderas,
La propiedad de tus labios arrancados,
Arrancados de mi pecho y de la tierra,
De la sangre espesa que nutre tú cabalgar,
Del dulce asesinato,
Como matarte mil veces, incansablemente,
Como apuñalarte con el arma amas, con un trozo de ti, con la
pieza de tu humanidad, con el fragmento de tus gritos,
Como apuñalarte con lo más hondo de mis noches,
Oh tierna niña, impávidos momentos traes a mi mente, no dejándote
morir nunca en este eterno deseo,
Oh tierna niña, regálame una sonrisa después del amor, una
sonrisa después de la bruma, del sudor y las noches aruñadas,
Oh tierna niña, regálame tu boca, después de esta noche, ya
de mi saboreada.
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