Se siente el escozor de un corazón en pesadumbre, el alma pesa en fiebre falsa, laceran las ideas como huesos vidriados, y los recuerdos se amontonan en lágrimas delirantes, yace suicida el espacio, el tiempo, alucina el remoración sublime, inalcanzable, se derrama sobre la piel e incinera, calcina, el frío cobija el cuerpo que se tumba inalterable sobre el álgido solado, y ahí “lasciate ogni speranza oh voi che entrate” o “oh vosotros que aquí entráis abandonad toda esperanza” porque el desamor no os arrancará vuestras vidas, el desamor, más bien, dejará vuestra entidad muerta caminando entre falsos vivos, sanos, ajenos al azote de amor que asola a los cabizbajos, porque el alivio no está en nada más allá que el extravío de una vida que apalabró ser análoga, una vida que dejó dentro de vos el achaque de un desamor que recala por la amargura abierta de un corazón bífido, partido, y se afincó en el tuétano de un alma en pena que callejea enferma de animadversión contagiosa
foto: Oswaldo Páez/ periódico El País Por Santiago Angarita. En Buenaventura el pueblo está berraco y con justa razón, el gobierno parece ignorar por completo las múltiples afectaciones que han sufrido a lo largo de la historia. El puerto ha sido desde siempre una provincia olvidada por el desinteresado gobierno centralista, que ha abandonado las zonas del pacifico a tal nivel que son estas las principales afectadas por el conflicto armado, el narcotráfico y el desempleo. A esto hay que sumarle las condiciones precarias de salud y salubridad, una región con ingresos económicos portuarios aun carece de un acueducto de calidad. El que poseen, no suministra el servicio las 24 horas del día y cuando lo hace el agua que sale por los ductos es turbia y de baja calidad. “Aquí pasamos semanas sin agua, la gente que no tiene tanque de agua queda jodido” afirma Vivian Arias, habitante de
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