Anacronismo, los escritores actuales buscamos con desesperación ser anacronismos y por escritores actuales no me refiero a aquellos que llevan décadas ejerciendo la vocación de las letras, ni a los que cómodamente prefirieron la parsimonia de escribir sin pretensión alguna mas que atiborrarse de capital. Cuando hablo de escritores actuales, me refiero a aquellos que en edad no superan los veinticinco, aquellos que no poseen un cómodo estudio propiamente iluminado, ni treinta manos editoriales para corregir cada incongruencia gramatical. Cuando hablo de escritores actuales, me refiero a los marginados sociales, que con computador en mano se refugian en el rincón mas inhóspito de sus moradas paternales, a tipografiar con gracia universos alternos desbordantes en furor, decadencia y fantasía. Aspirantes a Nadaistas, a costumbrista, admiradores acérrimos de estéticas que en su tiempo revolucionaron pero que al sol de hoy no son mas que buenos recuerdos.
Anacronismos, estéticos, temáticos, filosóficos, involuntarios. Y es que como evitar ser un anacronismo si no posee el escritor actual mas escuela que la que sus gustos literarios adopten, es inevitable leer ciertos autores y no adoptar artimañas de estilo y narrativa, o anhelar aquellas vidas atormentadas que los llenaron de historias a relatar, inevitable no querer beber como Bukowski, Ser cinéfilo como Caicedo, cazar como Hemingway o jactarse de poliglota como Borges, anhelando siempre envidiando los imaginarios ajenos sin detenerse a pensar la gloria de los propios. El arte de escribir es una vocación que se elige, que se vive como se viven las guerras, como se vive el amor. Es por eso que los aspirantes a poetas malditos, a novelistas de almohada, a cuentistas consumados debemos entender el valor de nuestros recuerdos, de nuestro inconsciente, de aquel cuarto oscuro en el que se ocultan las historias clasificadas por orden de desgracia.
Todos vivimos sucesos que nos definen como seres, que desvían la brújula de las decisiones, que trazan nuevas andanzas. Dichos sucesos adquieren tal magnitud por el contexto, personajes y significado que les proporcionemos y como la sociedad ha sembrado patrones comportamentales similares entre sus miembros, no es extraño que alguien mas se identifique con nuestros sucesos. A esto me refiero cuando laureo los recuerdos entrañables, si es usted aspirante a escritor, no dude en fortificar su arsenal con las vivencias nunca contadas, porque es usted el único ser en el mundo que podrá contarlas. Anacronismo indeleble suplicio, cruz que a cuestas cargamos los empíricos y autodidactas, deseo que corresponde incluso a la oralidad de los textos, es por eso que nos esforzamos de llenar los diálogos de nuestras narrativas con barroquismos y términos ajenos a la realidad del lector. Es preciso destruir el ego y aventurarse a construir revolución de literatura y no revolución con la literatura, de esas hemos tenido varias y todas tan disyuntivas como inoficiosas. Si usted decide tomar el camino de las letras, atrévase a romper las cadenas de la comodidad, los lugares comunes y el pudor. No hay ningún hombre inmortalizado que haya escrito como el montón, ni escritor cuerdo que haya revolucionado la manera de contar historias. Sírvase del blindaje del que lo dota su inexperiencia y juventud, para mearse en los estatutos de los manuales, el mejor manual es la vida, el disfrute, la apreciación y el errar. Y si por el contrario decide ser un anacronismo, sea aquel escritor muy adelantado para su tiempo, a sabiendas que corre el riesgo de ser leído después de enterrado, de ser repudiado por las élites de intelectuales añejos, siendo esta la peor hueste de maestros ya que la edad no les ha aportado sabiduría sino soberbia. Con esto me despido curioso colega, recuerde siempre que de esta purga de fuego sacro: ¡solo resucitaran los vivos!
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