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El ultimo gigante


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Por Santiago Angarita Yela
La muchedumbre se encuentra congregada en la plaza frente a la gobernación. La caminata se ha extendido durante cuatro horas y el cansancio no logra vislumbrarse en aquellos rostros jóvenes y febriles. Alguna vez el suyo tuvo esa pinta, no había ninguna arruga  trastocando el impecable lienzo de los primeros tropiezos  y una larga cabellera ondeaba al viento con el compás de la rebeldía. Hoy no queda más que un recuerdo y tres pelos mal distribuidos en la cabeza de José Arias más conocido como “chantre”, con 62 años ostenta el título del zanquero más viejo  de Colombia, uno de los más grandes símbolos de lucha social Caleña, un claro ejemplo que si es posible vivir en  defensa  los ideales de  aquellos que son silenciados.

Chantre es un gigante de físico y sentir, la edad ha disminuido de a poco su estatura, en sus veintes alcanzaba los  tres metros con diez, hoy le cuesta trabajo erguirse en dos  metros y medio. Sin embargo como afirma el “no es la altura la que hace  a un buen zanquero, sino la berraquera con la que contagie la marcha”. Su figura no deja de ser imponente  en ningún punto de la protesta, el ver a un viejo esmirriado aguantar la marcha entera, incita a los manifestantes a vitorear con más fuerza. No hay quien no se se ria de sus ocurrencias, ni policía que lo retire del carril del tránsito. “la calle es de la gente y la gente esta berraca”, les responde a los uniformados cada vez que intentan apagar sus acalorados actos circenses.

Juan Ignacio Velez Aponte nació en Cali el 4 de agosto de 1955, sus padres eran profesores del colegio santa librada, su padre enseñaba ciencias sociales y su madre español. Creció rodeado de un latente aire académico y acceso completo a autores que a temprana edad instauraron en su mente ideas de cambio y revolución. Alentado por su padre ingresó a la universidad del valle donde inició sus estudios en filosofía y letras. La llama de la revolución incineró su diploma de profesional. en cuanto fue a su primera marcha y saboreo el dulce aire que se respira al vivir más cerca de las nubes, las clases carecían de sentido. El verdadero cambio estaba en las calles, en la lucha social, no en repetir discursos académicos sin sentido, escritos por autores burgueses en sus cómodos escritorios; la revolución se vive en el submundo de la urbe, no en la academia.

Chantre siempre habla como si estuviera vitoreando un coro revolucionario, con un leve cantado en las últimas sílabas y acentuando los inicios. Golpea constantemente sus muslos con los puños apretados para que no se le duerman , tantos años sobre los zancos han disminuido su sensibilidad. Cuando está en su forma de gigante suele vestir colores vivos para ser identificado a gran distancia, su conjunto favorito es aquel con la bandera de Colombia, no lo lava desde que lo compro. Afirma que el amarillo está sucio porque las riquezas de este país están en manos de cerdos, que el azul es más negro que azul porque los ríos se los llevan  los gringos y el rojo permanece limpio porque la sangre no cesa de derramarse. Una explicación poética a la falta de lavadora en su pequeño cuarto de alquiler.

Jamas compro casa propia, ni auto ni anillo para desposar alguna mujer de alma roja. Su trabajo como zanquero siempre dejo mas insumos simbólicos que monetarios. Sin embargo, Chantre no pasa hambre mi frió; los gremios de sindicalistas a los que tanto ha colaborado marchando, se encargan de pagarle una humilde morada y de llenar su despensa con mercado cada mes. “Es mejor tener amigos que plata”, repite con periodicidad y si de amigos se trata el simpático gigante gana cientos cada marcha, entre niños estudiantes y pensionados. Sin embargo no solo amigos ha ganado, en llanto recuerda cuando por orden las Autodefensas Gaitanistas, tuvo que caminar durante un año  un poco más cerca del suelo.

El siete de agosto del 1993 llegó a sus manos un panfleto, amenazandolo de muerte si se presentaba a defender los derechos civiles de los obreros de una empresa a puertas de cerrar su producción, la empresa no liquidaría a ninguno de sus empleados, dejándolos en la calle y sin empleo. Era otro día en la oficina para el indómito chantre, sin embargo finalizada la marcha y camino a su habitación de alquiler, dos motos sin placas lo  detuvieron y forcejeando lograron llevarlo a una calle solitaria. Allí con crucetas y palancas rompieron sus piernas, propinando cada golpe con más violencia que el anterior, al finalizar los agresores escupieron sus maltratadas piernas y dejando en claro quién los había enviado se marcharon en vehículos rapaces.

Chantre tardó poco más de un año en recuperarse de sus heridas, el proceso para volver a ser el gigante de las marchas fue aún más tedioso. Cuenta con lagrimas en los ojos el moreno y enjuto hombre, como intentaba en vano mantener el equilibrio en los zancos, como cayó un sinfín de veces, maldiciendo a un país indiferente dominado por milicias de extrema derecha. A pesar de los obstáculos chantre salió victorioso, la primera marcha después del incidente fue para apoyar un paro del profesorado. Sus piernas de madera tuvieron que disminuir en tamaño, ya que las de carne y hueso no tenían la misma fuerza de antes; aun así seguía siendo un gigante.

La última marcha a la que asistió fue la de “las banderas blancas”, una procesión donde por primera vez en la historia las universidades privadas de Cali se deslizaron enardecidas e indómitas por las venas principales de la gran urbe. “Eso fue todo un acontecimiento oíste, yo me puse los zancos y empecé a miquear como de costumbre. Cuando voy viendo caras nuevas, no solo los de la valle, me acerque a preguntar y claro es que estaban los de la Autónoma, los de la USACA y hasta los de la ICESI. Que berraquera hermano a mi me dieron ganas de llorar de la felicidad, si hasta me compré media de guaro y me fui bien entonado por toda la quinta, habían muchos fotógrafos y cantaban con ánimo”, afirma Chantre, añadiendo que es una de sus anécdotas favoritas en lo que al proceso de paz respecta.

Chantre no ha usado los zancos desde aquella marcha. Saltó de felicidad al escuchar que los acuerdos se firmaron y sigue con precisión la implementación de estos. Se siente satisfecho por saber que Colombia está avanzando hacia la paz. El gigante de la sultana tiene alma de revolucionario y ojos de niño, ahora que siente que se acerca la hora de su retiro, visita sin falta los viernes la Universidad del Valle, en específico la zona donde practican los zanqueros y malabaristas, dice que como toda gran arte la batuta circense debe ser pasada de maestro a discípulo. Un hombre joven se acerca, preguntándole si tiene un encendedor para prender un porro, chantre sonríe y saca uno de su mochila ajada, lo mira y le dice:“yo se lo presto pero si se sienta a escuchar a este viejo aburrido contarle un par de cuentos”, el muchacho se emociona e invita a sus compañeros. Chantre inicia un relato autobiográfico, tal vez así logre sembrar en aquellos jóvenes, la llama que una vez  lo quemó con tanta vivacidad, la llama de la lucha social; de la revolución.

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