Tengo diecinueve años. Soy de Trujillo, un pueblito pequeño del Valle. Soy una lectora voraz y una crítica transparente. He leído todos los libros que cayeron en mis manos desde que tengo memoria, acabé con la pequeña biblioteca de mis padres antes de los quince y luego todo lo que hallé por el camino lo coleccioné como ganancia. Si me preguntan, creo que conozco la geografía de muchos pueblos fantásticos tan bien como conozco el mapa terrestre y sus formaciones. Pero necesito tiempo, tiempo para digerir la realidad más allá de la ficción que me apasiona.
¿Dónde está mi mundo hoy?
Mi mundo es un mundo
postmoderno obsesionado con el pasado y sus errores. Calificativos como el de
“extremista”, “extremista religioso” y “chovinista” son usuales en las noticias
y los diarios de forma calamitosa. Escucho como con mayor fuerza grupo de
segregación toman fuerza en los Estado Unidos, mientras en el patio de mi casa,
de Colombia, el partido Liberal tiene a una congresista que trató de poner un
proyecto de ley para que los solteros y parejas del mismo sexo no pudiesen
adoptar. Vivianne Morales, ¿en qué andabas pensando cuando te suscribiste al
Partido Liberal? ¿O en qué pensaban ellos con semejante proyecto de ley en el
congreso?
Cosas de esas que no me
creo, que me son irreales a mí, una amante de la fantasía.
Nada más hace unos días
el buen presidente de los EE. UU. decía, primero, que iba a ir contra Corea del
Norte, amenazando por supuesto la seguridad global, y luego, diciendo también
que podría intervenir a Venezuela… ¿Qué sigue? ¿Qué le diga a Uribe que va a
ayudarle a pagar sus motosierras? Y no, no lo digo en chiste. ¿Han pensado que
todo lo que sucede a pequeña escala se repite en un patrón constante por todo
el planeta?
Mientras nosotros tenemos
a Ordoñez (gran patriarca quema libros a quien el papa debería canonizar en
vida durante su visita), el mundo se preocupa por los fanáticos religiosos de
diferente índole que creen que poner su religión por encima de las demás es lo
máximo. Aunque no los juzgó, los católicos ya lo hicieron
en el pasado y no sé quejaron muchos —de los que importaban y pagan diezmo—. A parte de
nuestro Uribe, que es un pequeño Trump, tenemos el problema de la corrupción
encima, que desde hace años hace mella también en el Banco Vaticano —a
propósito de la venida del papa— y por el que solo algunos han sido
investigados y capturados; aunque, igual que en Colombia, lo importante no es
esclarecer los hechos, sino tratar de no ensuciar sus nombres, porque
¡pobrecitos!
Y los mesías, los mesías
no nos hacen falta para arreglar el mierdero. Putin en Rusia, con sus pros y
sus contras luego de las acciones de Crimea, se abre paso como negociador con
el cercano oriente. Aquí tenemos a Petro, a Robledo, a los de izquierda que se
desviven por una campaña electoral en la que prometen arreglar el despilfarro
en cuatro años.
¡Maduren! Ni yo con todos
mis cuentos encima me creo ese.
Y como leí alguna vez: en
este cuento no hay buenos ni malos; pero para qué, aquí todos somos malos. No
podemos con nosotros ni con el otro, no podemos con la política, ni con el
capitalismo pudiente, ni con la diferencia que hace brecha o el apocalipsis que
nos hemos creado. Y eso que firmamos la paz, y eso que pudimos con el Ebola y
ya se adelantan vacunas que contrarresten el VIH.
Tienen que darme tiempo,
porque cada vez que saco la cabeza de un libro tengo que acostumbrarme a que
aquí nadie quiere el bien de nadie.
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