En realidad no importa, no interesa, cosas malas van y vienen, la gente siempre quiere cosas que no vas a poder darles y van a hacerte cosas para las que no estas listo, esto es una fabrica de contextos que no se detiene, que no pregunta ni califica, aquí nada es justo ni injusto, solo es hasta que empieces a dejar de pensar que hay que bailar bajo la lluvia o quejarte del mal tiempo, la cosa aquí es flotar con la marea sin pensar que tan alta o baja es o puede llegar a ser.
Pero no, no es que la vida sea vacía y carente de significado, tampoco se traduce en la esquiva trivialidad de suplir los placeres, de vagar por el mundo con la cabeza gacha esperando el momento preciso para volar de la mano de un ángel de ácido o escalar un árbol de marihuana, dale significado a este viaje, dale nombre a este libro, convierte el suplicio de una existencia convertida en una hoja en blanco, logros le dicen unos, imperativo categórico le dicen otros, vivir de verdad le digo yo.
foto: Oswaldo Páez/ periódico El País Por Santiago Angarita. En Buenaventura el pueblo está berraco y con justa razón, el gobierno parece ignorar por completo las múltiples afectaciones que han sufrido a lo largo de la historia. El puerto ha sido desde siempre una provincia olvidada por el desinteresado gobierno centralista, que ha abandonado las zonas del pacifico a tal nivel que son estas las principales afectadas por el conflicto armado, el narcotráfico y el desempleo. A esto hay que sumarle las condiciones precarias de salud y salubridad, una región con ingresos económicos portuarios aun carece de un acueducto de calidad. El que poseen, no suministra el servicio las 24 horas del día y cuando lo hace el agua que sale por los ductos es turbia y de baja calidad. “Aquí pasamos semanas sin agua, la gente que no tiene tanque de agua queda jodido” afirma Vivian Arias, habitante de
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