Ir al contenido principal

La vocación de los encorvados



Por Santiago Angarita Yela

Ser maldecido con la maestría fiera de mentir con eficacia,
ser bañado en el haz violáceo de cuestionar todo dogma,
ser inyectado en vilo con solución salina de ímpetu y virilidad,
las musas lloran ante la plusvalía estacional y no amaina el poeta el latigazo en verso,
no amaina el insensato en pretensiones laureadas,
en auto proclamarse sabio sin haber sobrevivido dos viudas.
Dígame usted joven soñador:
¿cuantas putas lastimeras trataron de ahogarlo en sueños?
Ser joven es labor de dionisiacos y no se nace veinte inviernos cargando.

Ignorancia colectiva, comodidad sedada, gobiernos funestos y concubinas dóciles,
rehuyen los desaparecidos al positivismo desmesurado y los cócteles sin whisky,
reptan con gracia junto a los ácaros del papel,
engullendo unidades, secuenciando signos, vomitando vida,

¿que tan hábil te crees imberbe prospecto?
Si tu prosa se arrastra tan virgen como tu esposa en plenilunio,
el ello reclama su prisión arbitraria,
mientras tu cercenas sin medida las cabezas de esa hidra roja que supones como alma.

Ser carcomido por el peso de la vida eterna,
ser joven y arcano, sabio y novicio, poeta y verdugo,
si has de ser radical cambia la métrica por pólvora y los burdeles por cuarteles,
sin olvidar ni en la penumbra que nacer agreste y morir general es soñar delirios y defecar esquemas,
es despertar de lo simulado sin restricción por disturbios,
es lanzar la piedra y no asestar en el cristal.

Rimbombante avanza mi alma fraudulenta,
replicando estilos, estéticas y tipografías,
penurias infranqueables, imaginarios cercenados y café frió,
rimbombante avanza la tinta,
esclareciendo mediante faldas solubles mi razón de querer ser brisa,
¿que tan cercano estas patético aspirante a escuchar el canto de las ninfas de salón?
Solo has de saber antes que te aplaste el infortunio que con un poco de desidia cabizbajo, sos poeta.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La lucha en Buenaventura es legítima y el pueblo esta berraco

                                                                                            foto: Oswaldo Páez/ periódico El País Por Santiago Angarita. En Buenaventura el pueblo está berraco y con justa razón, el gobierno parece ignorar por completo las múltiples afectaciones que han sufrido a lo largo de la historia. El puerto ha sido desde siempre una provincia olvidada por el desinteresado gobierno centralista, que ha abandonado las zonas del pacifico a tal nivel que son estas las principales afectadas por el conflicto armado, el narcotráfico y el desempleo. A esto hay que sumarle las condiciones precarias de salud y salubridad, una región con ingresos económicos portuarios aun carece de un acueducto de calidad. El que poseen, no suministra el servicio las 24 horas del día y cuando lo hace el agua que sale por los ductos es turbia y de baja calidad. “Aquí pasamos semanas sin agua, la gente que no tiene tanque de agua queda jodido” afirma Vivian Arias, habitante de

Óscar Perdomo Gamboa: “Yo quise sacar a José Prudencio Padilla del olvido…”

El escritor colombiano Oscar Perdomo Gamboa, Cartagena. “Allá en la Guajira arriba” es el nuevo libro del escritor tolimense Óscar Perdomo Gamboa junto con la editorial Caza de Libros, expuesto en abril en la Feria Internacional del Libro de Bogotá del 2017. En diálogo con el autor, nos brindó detalles de esta novela que trata sobre el Almirante Padilla y también revela particularidades de sus anteriores publicaciones y su vida. Por: Natalia Andrea Marin Palomino. Usted escribió “Allá en la Guajira Arriba”, con el cual también ganó el Premio Estímulos Cali 2016, por amor a la música vallenata y José Prudencio Padilla, a pesar de no haber suficientes datos históricos del Almirante. ¿Cómo fue ese proceso de redacción y recopilación de información para lograr el desarrollo de la historia? O.P:  Fue difícil, aunque no lo suficiente comparado con las investigaciones que han hecho historiadores e investigadores profesionales. Me basé en decenas de libros publicados d

Los pecados de la vagina.

Me purgo, mi señor, de sus designios ancestrales. De rodillas y gacha la cabeza, me excuso por mentir tan bien. La señora quería respuestas, quería conocer el contenido, pero ella no podía. No debía decirlo. Nunca. Detrás de ella, enroscada en una manta vieja, la niña Alejandra le miraba con sus ojos grandes, como huevos cocidos. Blancos, muy blancos. Y temblaban, con el mismo miedo con el que se había tomado el contenido de la totuma que su madre levantaba con enojo. —¿Para quién lo hiciste, Berta? Más te vale que me digás que le has puesto y para quién. —Para nadie, mi señora, se lo digo. Eso solo son unas matas pa’ matar el moho del baño. No es para nadie. Estaba enojada. Doña Eugenia cuando se enojaba parecía triplicar su tamaño, que de ordinario era minúsculo y casi infantil. Señora de señoras, conocía todas las mañas ajenas, sobre todo las de sus subalternas, indias patirajadas sin educación . —Mirá Berta, sino me sos sincera te echo de la casa. —